La miguelturreña Diana Rodrigo, galardonada en el Certamen de Poesía Joven de las Fiestas de las Letras.
La Miguelturreña Diana Rodrigo, ha sido galardonada con primer premio de poesía joven el la ciudad de las letras de Tomelloso denominado Fiesta de las Letras.
El premio único tiene una cuantía de 300 euros que Rodrigo ha conseguido con el poema denominado Lienzo de otoño.
Ha que decir que Diana Rodrigo ya se presentó en 2004 al concurso de Narrativa Joven de este certamen y también obtuvo el premio. Realmente es un orgullo para Miguelturra tener una persona tan brillante en el mundo de las letras.
El poema premiado es el siguiente:
LIENZO DE OTOÑO:
Es otoño, y las hojas de los árboles
se deslizan al ocaso con el viento...
son labios besando los perfiles del horizonte.
Los frutos se derraman
por la corteza umbría de la tierra...
buscando los hongos y la lluvia,
en un intento frenético por la vida.
Las auroras se visten con un manto de niebla,
y los segundos
de un extraño vapor de silencio.
Tras esta ventana...
-esta orilla de mi vida-
el cenit del mundo llega cada tarde:
con los últimos gorriones
resistiendo a abandonar los tejados,
con el olor quebradizo
de añoranza y chimeneas,
y con el silencio
que recorre las calles más allá de la tarde,
más allá de la vida...
La belleza es sencilla, casi inocente,
pero en este instante que se deshoja
el alma encuentra la plenitud,
la inmensidad de la existencia
y del corazón...
II.
Fuera, por los cristales,
el lienzo de otoño se derrama
y habita parques
y crece monte arriba.
Dos niños juegan con los charcos
olvidando todo en su chapoteo...
la vida es juego después de la tormenta.
Una anciana camina a misa
con el rostro cubierto de añoranza,
y con la eterna bufanda gris
que desciende
directamente de la tristeza.
Porque desde este cristal,
por el que pasa el tiempo y las gentes,
pueden sentirse el palpitar de su paso...
el latido de las horas,
y el leve murmullo de la ternura.
III.
En otoño soy pura melancolía,
y a los brazos me retorna la sangre...
el elixir que cuaja los campos
y los cubre de un manto ocre de hermosura.
Los ojos,
entonces,
persiguen las nubes
y emergiendo del seno dulce de la tarde,
estallan en espumas amplias
de heno amarillo.
La esperanza así es dorada
y bajo un firmamento en deleite...
con un preludio dulcísimo de luna,
desciende girando
hasta el camino,
la misma hoja del árbol
que atrás besaba los perfiles del horizonte.