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5 - Guerra Civil

5 - Guerra Civil
5 - 1 - Introducción
5 - 2 - Siete días de julio
5 - 3 - Guerra y revolución
5 - 4 - Dificultades
5 - 5 - Bibliografía

La Guerra Civil en Miguelturra (1936 - 1939)

Autores: Francisco Alía Miranda
Esmeralda Muñoz Sánchez
Ilustraciones: José Luis Sobrino Pérez
Fuente: Miguelturra en red, número 2

5 - 1 - Introducción

La Guerra Civil de España constituye un período histórico corto (menos de tres años), cercano, con mucha influencia en las mentalidades y en la vida cotidiana de los españoles de varias generaciones y, sin embargo, es uno de los que peor conocemos. La memoria de la Guerra ha sido silenciada por muchos y manipulada por otros. La historiografía del Franquismo se esforzó en presentar el conflicto no como una guerra civil, entre españoles, sino de buenos españoles contra el comunismo internacional. La mayor parte de las páginas se recreaban en imágenes de muerte y terror, por supuesto sólo en un bando. Mucha bibliografía escrita, pero poco conocimiento científico de lo que sucedió y de porqué sucedió.

Hoy la historiografía ya va superando esas barreras, aún con muchas dificultades, permitiéndonos conocer otra Guerra Civil, la que enfrentó a los españoles, la que no sólo se distinguió por las escenas de violencia, sino la que llevó a cabo una de las más importantes revoluciones de nuestra época contemporánea, basada en las ideas de los principales pensadores de los siglos XIX y XX, en muy pocos casos llevadas a la práctica. 

El período de la Guerra no puede ni debe seguir siendo una página en blanco, sobre todo en pequeños escenarios que nos permiten comprenderla en su mayor integridad. Y Miguelturra es adecuado para tal fin, porque nos permite apreciar en una población los problemas políticos y económicos, la difícil marcha de la revolución, los miedos y rencores, en fin, las grandezas y miserias de las personas en un contexto determinado. La comparación con otros pueblos de la provincia y con otras provincias del país, nos facilita la comprensión y explicación de un período tan difícil de entender como proclive a ser silenciado, pero sobre el que es necesario una continua reflexión para superar traumas y temores. 

Para lograr este objetivo, se hace imprescindible tener en cuenta el contexto internacional y nacional de la época (auge del fascismo, crisis económica internacional...). Sólo así comprenderemos verdaderamente su significado. En las zonas alejadas de los frentes se mantiene todavía la idea de que no hubo guerra, de que no pasó nada. La guerra, en la retaguardia manchega, no experimentó grandes (ni pequeños) conflictos bélicos, pero la vida cotidiana resulta apasionante. La experiencia vivida durante ese período resulta única e irrepetible. Y de ella se pueden y deben aprender importantes lecciones...

La libertad, la tolerancia y la solidaridad son principios que los españoles de las generaciones actuales no hemos ganado por casualidad. Muchos hombres y mujeres han dado, incluso, su vida por ellos.
 
 

imagen alusiva a la Guerra Civil en Miguelturra: 1936 - 1939
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 5 - 2 - Siete días de julio

En Ciudad Real, a poco de conocerse la noticia de la insurrección del Ejército en Marruecos, en la tarde del 17 de julio de 1936, el gobernador civil de la provincia, Germán Vidal Barreiro, convocó urgentemente a los principales líderes políticos y sindicales del Frente Popular. En la reunión mantenida en el Gobierno Civil le mostraron su solidaridad con la República y su disposición a defenderla con las armas en la mano. No querían perder en unos minutos algo por lo que tantos años habían luchado. 

El gobernador decidió conocer rápidamente la opinión de las fuerzas militares. El coronel Salafranca, con su actitud, garantizó la fidelidad de la escasa guarnición militar, más burocrática que castrense. El teniente coronel de la Guardia Civil, Francisco de los Arcos, garantizó la adhesión de sus subordinados a la República. La postura de los jefes militares, junto a las hábiles medidas adoptadas por el gobernador civil, ayudaron a que Ciudad Real permaneciera al lado del Gobierno. Entre esas medidas destacaron dos: la concentración de toda la Guardia Civil de la provincia (900 hombres) en la capital y su traslado a Madrid, y la detención de los jefes y oficiales de la Caja de Reclutamiento, al no confiar demasiado la primera autoridad provincial en las fuerzas a las órdenes de Arcos y Salafranca.

Los escenarios más conocidos habitualmente del estallido de la guerra en la provincia de Ciudad Real han sido el de la propia capital, con el enfrentamiento armado de la Casa de los Corcheros (el domingo 19 se reunieron un grupo de falangistas en la casa de los Mayor Macías; murió Fernando Aguinaco, enviado desde Madrid por Falange para preparar la rebelión; el resto fueron detenidos); el de Puertollano, protagonizado en la madrugada del 18 al 19 por los mineros y la familia de los Cabañero (en el que resultaron muertos Juan Gregorio Cabañero y sus hijos Juan, Fernando y Eugenio, primeras víctimas de la guerra en la provincia, y el joven socialista José Belda); y el de Arenas de San Juan, donde hubo cerca de 50 víctimas. 

En esta localidad, el día 23 un nutrido grupo de falangistas, encabezados por el alcalde (Antonio Rincón Torregrosa, militante de Izquierda Republicana, y sobre el cual el Partido Socialista había reclamado al gobernador su destitución), se hicieron fuertes en la plaza del Ayuntamiento con gran cantidad de explosivos y munición. Milicianos de la capital, Villarta, Villarrubia, Puerto Lápice, Manzanares, Alcázar y Daimiel, junto a otros que pasaban accidentalmente procedentes de Madrid, redujeron a los sofocados: 40 muertos por parte de los sublevados y ocho por las milicias.

En el resto de las localidades de la provincia, parece ser también el caso de Miguelturra, los falangistas esperaron pasivamente la adhesión de la Guardia Civil. ésta no sólo no llegó, sino que en la noche del 18 de julio procedió a desarmar a los que se podrían identificar con el golpe de Estado. La actuación de las autoridades municipales tampoco parece, a tenor de la lectura de las actas de las sesiones del Ayuntamiento, muy decidida. En muchas poblaciones, se convocaba urgentemente sesión extraordinaria para condenar la sublevación armada y tomar las medidas más urgentes. En Miguelturra, hasta el 24 de noviembre de 1936 no se reunió la Comisión Gestora "teniendo en cuenta las circunstancias actuales", alegaba el libro de actas municipal. Un gran vacío de poder, que coincidía con el período de mayor vacío legal de la República y el fuerte control de los comités populares, que querían llevar la revolución del pueblo a sus máximos extremos.

En siete días la tranquilidad volvió a la provincia de Ciudad Real. ésta quedó desde los primeros momentos instalada en la retaguardia republicana, alejada de los frentes de batalla. España quedó dividida en dos bandos. En uno, el golpe de Estado había triunfado; en otro, había fracasado. Consecuencia: la guerra había comenzado. El ejército de Franco se impuso como primer objetivo militar la toma de Madrid, y su marcha hacia la capital de la República la emprendió desde el Sur bordeando nuestra provincia. Solamente se acercaron sus cuerpos de ejército a ella por motivos económicos, en busca del mercurio de las minas de Almadén, tan cotizado en tiempos como los que corrían en todo el mundo, por ser un componente básico de los explosivos.
 
 

imagen Siete días de julio, crónica del fracaso del Golpe de Estado
imagen Siete días de julio, crónica del fracaso del Golpe de Estado


 5 - 3 - Guerra y revolución

La guerra se convirtió en revolución en los primeros meses, sobre todo a través de dos ingredientes: la eliminación física de los enemigos de la República y la incautación y colectivización de los medios de producción. Con el primero se intentaba, por una parte, purificar la sociedad, prescindiendo en la nueva de sus "elementos más perjudiciales"; por otra, seguir el ejemplo del resto de poblaciones del bando republicano y de la represión del ejército rebelde, en cuyo recuerdo abundaban los evacuados. En muchos pueblos hemos podido comprobar ésta como causa principal que permanece en el recuerdo para explicar la violencia, como prueban las fechas tardías del comienzo de los asesinatos. En Miguelturra, nos decantamos más por causas internas, como evidencian las muertes tempranas de Santos Rivero Rodrigo (20 de julio) o de Vicente Corral Trujillo y Francisco Corral Gómez (5 de agosto).

 

imagen alusiva a guerra y revolución
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No podemos olvidar que la violencia ya había estado presente en la villa en los meses previos a la guerra, particularmente desde las elecciones de febrero de 1936, que había devuelto el gobierno a las izquierdas, gracias al pacto del Frente Popular.

Desde finales de febrero pudieron apreciarse las primeras e importantes disputas políticas, entre la minoría socialista y el grupo de gobierno republicano, girando sobre todo en torno a la construcción del cuartel de la Guardia Civil. Los socialistas pedían que todas las aportaciones municipales, que se estaban realizando a este efecto, cesaran y se dedicaran a la construcción de centros de higiene rural para los pobres o de escuelas para "divulgación de la cultura de que tanto se carece". La crispación política existente en el municipio traía como principal consecuencia la dimisión, el 19 de marzo, del alcaldepresidente de la Comisión Gestora, Eulogio Sánchez Arévalo, de Izquierda Republicana y su relevo por un hombre del Partido Socialista, Francisco García Jurado. Este partido, el gran derrotado de la revolución de octubre de 1934, comenzó pronto en esta población a hacerse con las riendas del poder, poder que no soltó hasta abril de 1939.

Parece ser que el alcalde había dado facilidades en la tramitación de una denuncia "contra uno de los mejores defensores de la República por el hecho de haber quitado a un individuo una insignia fascista" (de Gil Robles) y también por "haber concedido permiso para la celebración de una procesión sin contar con la Gestora", decían las razones expuestas en la sesión municipal. La crispación política se reflejaba también en la vida cotidiana, con brotes de anticlericalismo y de enfrentamientos entre partidarios de distintas ideologías, como reflejaba la prensa provincial (El Pueblo Manchego), porque sobresalían en la ya de por sí nada apacible vida política provincial. El 25 de mayo, en un enfrentamiento, resultó herido de gravedad por arma blanca el socialista Félix Sobrino Antequera. Como represalia, un grupo de exaltados hizo cundir el pánico en la villa, incendiando el coche del médico, entre otros actos. 

El 13 de junio se solicitaba al alcalde-presidente el inicio de las gestiones pertinentes para conseguir la supresión del Colegio de las Monjas, "pues la educación que allí se da dice poco en beneficio del Régimen". El ambiente se iba caldeando. El 5 de julio, los falangistas Alfonso López y Francisco León entraron en el Casino, realizando varios disparos. Resultaron heridos leve Antonio Naranjo y Gonzalo Arévalo. Como represalia, fue atacado con arma larga el joven falangista Claudio Fernández, que falleció pocas horas después. Los dos provocadores que iniciaron los altercados fueron perseguidos en su huida hacia Ciudad Real, disparando Francisco León contra el socialista Antonio Estrada, al que ocasionó la muerte.
 

imagen alusiva a guerra y revolución
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En Miguelturra, el índice de muertos durante la guerra se sitúa entre los más altos de la provincia, con un 0,61% de la población (tomando los 43 muertos que nos aparecen en un pequeño libro homenaje a todos los denominados caídos de la provincia1 entre los que figuran diversos muertos en otros lugares o en acción de combate en 1937 y la población de Miguelturra del censo de 1930, 6.974 habitantes), cuando la media provincial se situaba en el 0,45%. En la denominada Cruz de los Caídos, actualmente en el Cementerio, figura la misma relación. Según otras fuentes, los muertos fueron 372. Entre ellos podemos citar a Damián Corral Trujillo, jefe de Falange Española; Francisco León López, jefe de las milicias falangistas (protagonista de los sucesos del 5 de julio); Adán Nieto Rodrigo, secretario de Falange; Emilio Marina Rivas, presidente de Acción Popular; e Inocencio García Alcázar, secretario de la misma organización. Catorce de los asesinados lo fueron en el tristemente célebre cementerio de Carrión de Calatrava. En su interior había quedado un pozo de una noria, lugar escogido para ejecutar y arrojar a unas 600 personas de la capital y pueblos de alrededor.

Con el otro componente de la revolución, la incautación y colectivización de los medios de producción, se pretendía acabar con la esencia del sistema liberal capitalista: la propiedad privada. En los primeros meses de guerra se procedió a incautar los bienes de los considerados desafectos del régimen. Según datos del Catastro en 31 de diciembre de 1930, el término municipal de Miguelturra comprendía un total de 11.705 hectáreas, y sólo cinco fincas ocupaban más del 25% (3.012 has.). En general, la tierra y la riqueza se hallaba aquí más repartida que en la mayor parte del territorio provincial. De un total de 1.105 propietarios, sólo siete eran considerados grandes contribuyentes, con cuotas mayores de 5.000 pesetas (el 19,55% del total de la riqueza).

Durante la II República se puso en marcha la Ley de Reforma Agraria (1932). Sobre un total de 1.917.524 hectáreas catastradas en la provincia, el Registro de la Propiedad Expropiable arrojaba un total de 296.293,41 hectáreas (15,45%), fundamentalmente latifundios y fincas propiedad de la nobleza. Entre ellas figuraban 2.823 has. del marqués de Huétor de Santillán en Miguelturra. Estas fueron de las primeras tierras incautadas durante la guerra3. El 17 de agosto de 1936, el Comité de Defensa (presidido por Ramón León Nieto) procedía a la incautación de las principales fincas del marqués: "Las Alvarizas", "Lomas", "Peñas Blancas", "Las Navas" y "Lagunillas". Entre el 19 de agosto y el 10 de septiembre tocaba el turno a otros propietarios: la esposa de Luis Barreda, Concepción (con la finca "Peralvillo Alto y Bajo", de 127,5 fanegas, incluida la casa con cuadras y la alameda con árboles blancos); al Obispado de Ciudad Real y Capellanías (con las fincas "Carril de los Machos", "Carril de la Dehesilla Nueva", y pedazos situados en Peralvillo Alto y Bajo y Dehesa Carrascal de Peralvillo, con un total de 208 fanegas); a Valentín Martín Mero (con "Plantío del Majano" y "Plantío de la Dehesa Carrascal de Peralvillo", de 25 fanegas, además de la casa y bodega); a los herederos de José Mulleras García (con "Batanejo" y "Puente de Nolaya", de 555,5 fanegas); a Zoilo Peco Rodríguez (con 17,5 fanegas en la Dehesilla Carrascal); a Valentín Martín Mero (con "Dehesilla de Peralvillo"); a Jerónimo y Ascensión León Martín de Lucía (con 92 pedazos repartidos entre Miguelturra, Ciudad Real, Pozuelo y Fernancaballero); a Javier Romero Rodrigo y esposa (con 50 pedazos de 136 fanegas repartidas entre Miguelturra y Pozuelo, más 300 fanegas de cebada, 110 de trigo, 4 arados, 4 trillos, 3 carros de labor y arreos, 1 aventadora y 8 mulas); a Eugenio Ruiz Mero (con 12 fanegas en la Dehesilla Carrascal); a Eugenio Ruiz Torroba (con 21 fanegas en el mismo lugar); a Sotero Ruiz Torroba (con 49,5 fanegas repartidas entre en el mismo sitio más fincas "Los Arenales", "Tomillo" y "Fuente de las Plazas"); a Francisco Ruiz Valencia (con 18 fanegas en la misma Dehesa); y a Pedro Salmerón Rodríguez (con 3,5 fanegas en el mismo lugar).

El resto de fincas fueron incautadas, entre el 8 y el 20 de agosto del 36, por la Sociedad Filial de Trabajadores de la Tierra, presidida por Santiago Sánchez Santos. Entre los propietarios expropiados podemos mencionar a Delfín Sobrino Naranjo, Alfonsa Rivas Nieto, ángel García González, Emiliana Crespo Quintana, Viuda de Francisco Trujillo Rivas, Francisco Castellanos Trujillo y Antonio Fernández Guerrero.
El Instituto de Reforma Agraria puso a disposición de los campesinos de todo el territorio republicano más de 5,4 millones de hectáreas expropiadas por motivos políticos, por razones de utilidad social o por ocupación provisional de los campesinos. 

Hasta agosto de 1938, Ciudad Real alcanzó el total más alto de hectáreas expropiadas a nivel provincial: 1.086.925, lo que representaba un 56% de su superficie. Y, además, fue una de las provincias en que hubo una mayor extensión de hectáreas colectivizadas: 1.002.615 (52%), prácticamente el total de tierras expropiadas (92%). La UGT fue el sindicato con más peso en el proceso colectivizador. El total de colectividades legalmente reconocidas por el Instituto de Reforma Agraria fue, a lo largo de toda la guerra, de 181: 112 de la UGT, 45 de la CNT y 24 mixtas. En Miguelturra no tenemos constancia de ninguna colectividad anarquista y sí de dos del sindicato socialista: las conocidas como Filial Grande y Filial Chica, que explotaron de forma colectiva todas las tierras de la localidad, aún con muchas dificultades, sobre todo debidas a la falta de mano de obra especializada. Sólo la UGT, según informes propios, tenía en el frente en 1937 a 400 hombres. La contribución de la mujer en esta revolución colectiva parece determinante.

El proceso incautador y colectivizador no se dio de forma tan generalizada en el comercio e industria, aunque esta era escasa. Parece que en este terreno las tesis del Partido Comunista, defensor de la pequeña propiedad individual, ganaron a las anarquistas y socialistas. En 1938 sabemos de la venta de carne por dos carniceros propietarios. En enero de 1939 tenemos constancia de la fabricación de aceite en el molino por pequeños propietarios y arrendatarios. 

Entre las colectivizaciones socialistas, podemos destacar la de la bodega de Vicente Corral Trujillo, situada en el número 2 de la calle Venancio Payo, incautada por la Filial el 20 de agosto de 1936, con 7.000 arrobas de vino, una pisadora, una prensa, una bomba y un carretón. Las fábricas y hornos de pan, según informe de enero de 1937 de la Sección de Oficios Pastores y Lecheros de Miguelturra de la UGT, estaban controladas por esta organización4. La Fábrica de Harinas de la localidad (propiedad hasta la guerra de Justo Fernández), fue intervenida por el Ayuntamiento en abril de 1938 para garantizar el suministro equitativo a la población.

VÍCTIMAS DE LA GUERRA EN MIGUELTURRA

Ángel Almagro Gómez Higinio Barahona López
Damián Corral Trujillo Miguel Corral León
Isaías Díaz-Santos López Claudio Fernández López
Miguel Fernández Salcedo Guzmán García Jurado
Inocencio García Alcázar Ramón Gómez Martín de Lucía
Gregorio Illescas Castellanos Felipe León Castellanos
Alfonso López Muñoz Emilio Marina Rivas
Isaías Moraga Martín Pablo Muñoz Rodrigo
Manuel Nieto Cañas Nicolás Ramos Molina
Joaquín Roldán Fernández Conrado Romero Asensio
Francisco Tapiador-Laguna Justo Arévalo Mora
Ramón Barahona López Francisco Corral Gómez
Vicente Corral Trujillo Agapito Fernández Hervás
Gregorio Fernández Sancho Nicasio Fernández Muñoz
Ignacio García Sánchez Augusto Gascón Muñoz
Benjamín Hervás Yébenes Baldomero León García
Francisco León López Francisco López Muñoz
Andrés de Mora Trujillo Francisco Muñoz Arévalo
Adán Nieto Rodrigo Purificación Ramírez García Mancha
Santos Rivero Rodrigo Moisés Romero Rodrigo
Manases Sánchez Díaz José Vázquez Folguera


Fuente: Caídos por Dios y por España... y Cruz de los caídos.


ALCALDES DE LA GUERRA

Nombre y apellidos Fecha de toma de posesión
Antonio Hervás Blanco 19 Mayo de 1936
Porfirio Martínez Ferreyol 24 noviembre de 1936
Francisco García Jurado 17 Diciembre de 1936
José Sánchez López 25 Julio de 1938
Jesús Martín Arenas 10 Noviembre de 1938


 
 5 - 4 - Dificultades

Como a otros muchos pueblos de la retaguardia republicana, a Miguelturra se exigió desde el principio un esfuerzo especial para apoyar los objetivos militares y políticos de la República. éste consistía, por un lado, en formar e instruir a los soldados antes de partir al frente; por otro, en ofrecer excedentes agrícolas al gobierno de la República para contribuir al sostenimiento de sus ejércitos y milicias.

Para la movilización de los jóvenes soldados, se estableció en la capital de la provincia el CRIM número 3, a las órdenes del coronel Julio Mangada. De él dependían tres Acantonamientos, donde se preparaban e instruían estos soldados antes de su encuadramiento militar: el A, en Torralba de Calatrava; el B, en Miguelturra; y el D, en Carrión de Calatrava. Parece ser que el Acantonamiento B tuvo su sede en la ermita de la Virgen de la Estrella. Además, Miguelturra dispuso de una Clínica u Hospital de Sangre del Socorro Rojo Internacional (SRI), dedicado a la curación de los soldados y milicianos heridos en los frentes.

imagen alusiva a las dificultades de la vida cotidiana
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La gran cantidad de soldados que transitaban la villa, unido a los importantes contingentes de evacuados y refugiados y a las malas condiciones de producción ya comentadas, hicieron que la vida cotidiana se fuera haciendo cada vez más dura e insoportable, apareciendo componentes típicos de los años de guerra como la subida desorbitada de precios, la falta de moneda y la escasez de alimentos y artículos de primera necesidad o, lo que llegó a ser con el paso del tiempo, el hambre, aunque ésta estaría más agravada aún en la posguerra.

También llegaron los roces continuos entre colectivos sociales tan dispares, quizá por esa escasez de recursos y exceso de población. Por ejemplo, en marzo de 1937 se presentaba una petición al Ayuntamiento para que tomaran medidas ante los "desmanes de los soldados o milicianos residentes en Ciudad Real, como cachear a varios vecinos y acosar a las mujeres en la vía pública". En julio de 1937, la Corporación Municipal pedía que cada vecino barriera la calle en la parte que comprendiera su domicilio, por la suciedad reinante en la localidad. Un concejal solicitaba que en la vía pública se invirtiera a los evacuados para barrerlas. Con posterioridad, exigían a éstos limpiar las alcantarillas, llenas de lodo, por bien de la salud pública. Ante la negativa de este colectivo, apoyada por el Comité de Refugiados, el Ayuntamiento decidió no suministrar alimentos ni la ayuda económica que percibían, a través del comité mencionado, a los que no colaboraran en dichos trabajos.

En un primer momento de guerra todo era entusiasmo, y este se traducía en continuas aportaciones y actos públicos a favor de las milicias populares y de las instituciones benéficas, como el SRI. Conforme pasaba el tiempo, las cosas empezaron a cambiar. El entusiasmo se iba convirtiendo en pesimismo. Las sobras, en escasez. Se pasó de la entrega de productos a las autoridades militares y la venta a otras poblaciones cercanas, sobre todo Ciudad Real, a conformarse con la autosuficiencia. Y en algunos artículos, ni eso.

Lo primero que faltó fue el propio dinero, lo que hizo peligrar el comercio y la producción, sobre todo la elaboración del aceite, principal fuente de riqueza de la localidad. El Ayuntamiento acordó, el 7 de enero de 1937, suscribir un préstamo con el Sindicato Agrícola Local por 150.000 pesetas que permitiera comprar toda la aceituna para proceder a su elaboración, ante la falta de moneda que impedía a los cosecheros locales el pago de los jornales necesarios. Además, para facilitar el intercambio, ante la falta de moneda fraccionaria, el 25 de mayo del mismo año se acordó emitir vales de cartón: 4.000 vales de 0,25; 2.000 de 0,50; y 2.000 de 1 peseta. Era una medida general de la mayor parte de municipios de la provincia, aunque aquí llegó de forma más temprana.

También llegó a Miguelturra, a finales de abril de 1937, otro componente básico de la guerra: la cartilla de abastecimientos, por la que se racionaba el suministro diario de diversos artículos, como el pan, la carne, las patatas, el aceite o el tabaco, evitando el acaparamiento y favoreciendo la igualdad ante la necesidad más elemental. Todo un síntoma de la insuficiencia de algunos artículos básicos de la subsistencia o de la necesidad de racionalizar el uso de los sobrantes, para lograr, con su intercambio, materias primas con que elaborar los primeros.

El aceite y las patatas fueron los principales artículos que emplearon los miguelturreños en el intercambio para conseguir otros que pronto faltaron de la vida cotidiana, como la sosa, imprescindible para la elaboración de jabón (la fábrica de jabón estaba en la calle Indalecio Prieto, antes Oriente), y el trigo, componente básico del pan. En junio de 1938, para evitar que se prescindiera de un artículo tan básico en la alimentación como el pan, se mezcló el trigo con cebada. Las quejas del mal sabor del pan fueron por tal motivo tan frecuentes, que las autoridades municipales decidieron prohibir tal mezcla. El pan ganó en calidad... pero perdió en cantidad. A finales de noviembre eran cada vez más frecuentes los días sin pan, y cuando lo había, las colas para abastecerse eran tan largas, que a muchos se les quitaban las ganas de comerlo. Aunque no había más remedio, pues otros artículos eran, cuanto menos, igual de exóticos, como decía una copla tradicional, muy oída por estos años:

"Si tuviéramos pimiento,
aceite, vinagre y sal,
haríamos un gazpacho;
¡pero no tenemos pan!"

La situación parece que se remedió para casi todo el invierno por el cambio de 20.000 kilos de trigo por patatas, al pueblo de Abenójar, acordado en la sesión municipal del 25 de noviembre de 1938.
Debía escasear hasta el agua. En julio de 1937 un concejal rogaba a la presidencia "que se haga una visita de inspección en las Escuelas Nacionales de niños, pues según informes que tengo a los niños no se les da agua ni se les deja pasar a los urinarios para hacer sus precisas necesidades, dándose el caso de que algunos niños se ensucian en los pantalones". En marzo de 1938 volvía a plantearse la misma problemática en el Ayuntamiento, ante la insuficiencia del agua que traían los cuberos desde La Serna. El 15 de abril se acordaba traer agua también de Ciudad Real, con nuevos cuberos "voluntarios" que "dejarán a cada vecino dos cántaros de agua".

Así, entre necesidades, desmoralización, enfrentamientos políticos cada vez más palpables entre las fuerzas políticas y sindicales de izquierda, fueron trascurriendo los largos y crudos días del invierno de 1938/39... Hasta que llegó el final de la guerra, las fuerzas militares del Ejército de Ocupación (28/29 de marzo de 1939) y la dura y duradera posguerra. Más hambre, más muertes...


EJECUTADOS DE MIGUELTURRA EN LA POSGUERRA (1939-1943)

Apellidos y Nombre Edad Fecha de defunción
Arenas de León, Paz 35 23-06-1940
Cano Céspedes, Ramón 28 25-05-1939
Casa González, Florencio 34 25-05-1939
Díaz Rodríguez, José 23 25-05-1939
Donate González, Felipe 26 25-05-1939
Estrada Benito, Rafael 23 26-07-1939
Fernández Benito, Alfonso 25 25-05-1939
García Ballesteros, Manuel 31 25-05-1939
González Jurado, Lorenzo 41 25-06-1939
Hervás Blanco, Antonio 49 25-05-1939
Hervás Fernández, Antonio 20 26-07-1939
León Galán, José 24 13-11-1940
León Hervás, José 33 12-03-1943
León López, Leandro 35 25-05-1939
León Nieto, Manuel 30 25-05-1939
León Nieto, Ramón 37 25-05-1939
Martín Serrano, Julián 37 25-05-1939
Martín Gallego, Victoriano 31 25-05-1939
Molina Sánchez, Jesús 29 25-05-1939
Muñoz Cañas, Juan José 58 08-04-1943
Muñoz Moreno, Wignerto 31 25-05-1939
Naranjo López, Juan 34 20-06-1942
Pérez Naranjo, Antonio 28 26-06-1940
Planas Naranjo, José María 35 25-05-1939
Ramos Delgado, Bernardo 21 26-06-1940
Segura Nieto, Luis 22 25-05-1939
Serrano del Río, Emilio 19 25-05-1939
Serrano Díaz, Julián Trinidad 28 29-05-1943


 
 5 - 5 - Bibliografía

1 Caídos por Dios y por España de la provincia de Ciudad Real. Ciudad Real, s.a. (hacia 1940-41).
2 Archivo Histórico Nacional, Causa General de la Provincia de Ciudad Real, Pieza Principal, Caja 1.027.
3 Toda la información de este proceso incautador procede de los expedientes conservados en el Archivo Municipal de Miguelturra.
4 Fundación Pablo Iglesias, Archivo de la UGT, AH-35-12. Según el Anuario General de España "Bailly-Bailliere-Riera" de 1936, las panaderías existentes en la villa en enero de ese año eran las de Hijos de J. Ayala, Carmelo Madrid, Lorenzo Morales, Manuel Rivas, Dámaso Sánchez, Deogracias Sánchez, Mariano Sánchez y viuda de Román Sánchez.