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Si te vas de vacacaciones, tu mascota también debe ir contigo.

Diario de un perro. Campaña contra el abandono de animales.

Primera semana: Hoy cumplí una semana de nacido, que alegría haber llegado a este mundo.

Primer mes: Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.

Segundo mes: Hoy me separaron de mi mamá. Ella estaba muy inquieta, y con sus ojos me dijo adiós. Esperando que mi nueva familia humana me cuidara tan bien como ella lo había hecho.

Cuatro meses: He crecido rápido, todo me llama la atención. Hay varios niños en la casa que para mí son como hermanitos. Somos muy inquietos, ellos me tiran de la cola y yo les muerdo jugando.

Cinco meses: Hoy me han regañado. Mi ama se molestó porque me hice pipi dentro de casa, pero nunca me habían dicho donde hacerlo. Además, duermo en la recámara... y no aguantaba.

Ocho meses: Soy un perro feliz. Tengo el calor de una hogar, me siento tan seguro, tan protegido. Creo que mi familia humana me quiere y me consiente mucho. Cuando están comiendo hasta me invitan. Nunca me educan, debe ser que todo lo hago bien.

Doce meses: Hoy he cumplido un año. Mis amos dicen que crecí más de lo que ellos pensaban. Que orgullosos deben sentirse de mi.

Trece meses: Que mal me he sentido hoy. Mi hermanito me ha quitado la pelota, yo nunca cojo sus juguetes, así que se la quité, pero mis mandíbulas se han hecho muy fuertes, así que le ha hecho daño, pero ha sido sin querer. Después del susto, me han encadenado casi sin poderme mover y al sol. Dicen que me van a tener en observación y que soy un ingrato. No entiendo nada de lo que pasa.

Quince meses: Ya nada es igual... vivo en la azotea, me siento muy solo. Mi familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre y sed. Cuando llueve no tengo techo donde cobijarme.

Dieciséis meses: Hoy me han bajado de la azotea, seguro que mi familia me ha perdonado y me he puesto tan contento que daba saltos de alegría, mi rabo parecía un abanico. Y encima, me llevan con ellos de paseo. Nos enfilamos hacia la carretera y de repente, se pararon, abrieron la puerta y yo me bajé feliz creyendo que íbamos a hacer nuestro día de campo.

No comprendo por qué han cerrado la puerta y se han ido. Oigan, esperen!!!, Ladré, se olvidaron de mí, corrí detrás del coche con todas mis fuerzas, mi angustia crecía al darme cuenta, que casi me desvanecía y ellos no se pararían: me habían abandonado.

Diecisiete meses: He tratado en vano de buscar el camino de regreso a cada. Me siento y estoy perdido. En mi sendero hay gente de buen corazón que me ve con tristeza y me da algo de comer, yo les agradezco con mi mirada y desde el fondo de mi alma. Yo quisiera que me adoptaran, y sería leal como ninguno, pero sólo dice "pobre perrito" se debe haber perdido.

Dieciocho meses: El otro día pase por una escuela y vi a muchos niños como mi hermanito. Me acerqué y un grupo de ellos, riéndose me lanzó una lluvia de piedras, una de ellas me lastimó el ojo, y desde entonces ya no veo con él.

Diecinueve meses: Parece mentira, cuando estaba más bonito se compadecían de mí. Ya estoy muy flaco, mi aspecto ha cambiado. Perdí mi ojo y la gente más bien me saca a escobazos cuando pretendo echarme en una pequeña sombra.

Veinte meses: Casi no puedo moverme. Hoy al tratar de cruzar la calle me arrolló un coche, y nunca olvidaré la mirada de satisfacción del conductor, que hasta se ladeo con tal de centrarme. Deseo que me hubiera matado, pero sólo me dislocó la cadera. El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y con dificultades me he arrastrado a la ladera del camino.

Estoy diez días bajo el sol, la lluvia, el frío, sin comer. Ya no me puedo mover. El dolor es insoportable. Me siento muy mal, me he quedado en un lugar húmedo y parece que hasta el pelo se me está cayendo.

Hay gente que pasa por mi lado y ni me ve, otras ni se acercan. Ya casi estoy inconsciente, pero alguna fuerza extraña me hizo abrir los ojos. La dulzura de su voz me hizo reaccionar. "Pobre perrito, mira como te han dejado", decía, junto a ella venía un señor de bata blanca, empezó a tocarme y dijo: "lo siento señora, pero ya no hay remedio, es mejor que deje de sufrir". A la gentil dama se le salieron las lágrimas y asintió. Como pude, le moví el rabo y la miré agradeciéndole que me ayudara a descansar. Sólo sentí el pinchazo y me dormí para siempre pensando en porqué tuve que nacer si nadie me quería.

La solución no es abandonar a un perro, sino educarlo.

No convierta en problema una grata compañía.

Texto y cartel extraído de Internet con el fin de concienciar a la sociedad.

Pero ahí no queda la cosa, desde que publicamos este artículo el pasado martes hemos recibido algunos correos electrónicos con opiniones acerca de esta historia y sobretodo rechazando y remarcando el hecho de que a nuestras mascotas las debemos de cuidar y mimar como a nosotros mismos, puesto que ellas son parte de nuestra familia, como otro cualquier otro miembro de ella.

Es por ello, que si deseas mandarnos tu opinión para incluirla dentro de un artículo que será el compendio de todas las opiones, no tienes más que mandárnosla al siguiente correo electrónico: contactar@ayto-miguelturra.es, y en pocos días sacaremos a la luz el artículo con las que nos vayan llegando e incluyendo las que a raíz de su publicación también recibamos en la redacción web.