La Fiesta
El Carnaval de Miguelturra pierde sus orígenes más allá de lo que les es posible recordar a las personas más mayores del lugar o de lo que éstas han podido transmitir, con su voz y su memoria, generación tras generación. Los recuerdos más longevos, nos han descrito una Fiesta muy diferente de la que actualmente se conoce y disfruta.
Quizás la peculiaridad más significativa fuera la existencia de dos carnavales diferenciados, uno de corte religioso-cristiano llamado "los ejercicios de las cuarenta horas" o "El Jubileo de las cuarenta horas", el otro, totalmente profano, aún perdura con modificaciones importantes en su primaria configuración. Carnaval Religioso y Carnaval profano se disfrutaban en armonía, puesto que el papel que cada uno de ellos jugaba, en la vida de este pueblo, era perfectamente asumido por sus moradores y moradoras.
El Carnaval Religioso compartía los momentos con el profano: Domingo, lunes, martes.
Los cultos, compuestos de misas, adoraciones y exposición del Santísimo, suponían un escape para la profunda religiosidad de un pueblo temeroso de Dios que al mismo tiempo gravaba su concienciación los excesos propios de la Fiesta.
Las máscaras se despojaban de sus disfraces y accedían al lugar prohibido para el Carnaval: La Parroquia y su entorno, cumplían con sus creencias participando en momentos tan importantes como el Ofertorio de la tarde del martes de Carnaval, en el que pueblo, ediles, cofradías y representantes religiosos se unían como una sola alma, arropados y arropadas por las coloridas banderas de los gremios medievales y bajo la presión del sonido penetrante del tambor.
Hechas las paces con Dios, suponemos que por los pecados cometidos y por los que aún hubiera posibilidad de cometerse en el remate del día, el recuerdo de lo vivido embargaba a la población hasta el año siguiente. En la espera, nuevas coplas, bromas, disfraces, etcétera, iban armándose dentro de las cabezas de miguelturreños y miguelturreñas.
El Carnaval religioso perduró hasta los años ochenta de este siglo. Aguantó la Guerra Civil, pero tras ella no fue más que una sombra de su pasado esplendor. Separado de su compañero profano y preservado, como a su pureza convenía, el Señor siguió siendo expuesto a fieles, siendo velado por relevos de miembros de la Acción Católica, que se turnaban cada veinte minutos, de la mañana a las 5 de la tarde, según indica Julián Plaza y el Aula de Estudios de Miguelturra en la edición anteriormente citada.
El Carnaval Profano de Miguelturra, por suerte, no ha desaparecido y no sólo se mantiene vivo, sino que muestra con orgullo la condición de haber aguantado cuantas prohibiciones han recaídos obre la Fiesta a lo largo del tiempo. Algunos de los elementos fundamentales de este Carnaval: Murgas, Estudiantinas, Comparsas, aun manteniéndose en sus principios, han derivado de forma clara a organizaciones populares llamadas "Peñas de Carnaval", de otros, como el "Alhiguí", del que se habla más adelante, casi sólo resta la memoria y el afán de los tradicionalistas de Carnaval, Peñas y Asociación de Peñas, por su conservación.
Pero el elemento diferenciador del Carnaval Churriego, entre todos los restantes, el que define y particulariza esta expresión popular convirtiéndola en el sello de la localidad, ese, no sólo ha perdurado en la carrera del tiempo, sino que sigue vivo y con una clara apuesta por su defensa: La Máscara Callejera.
Con un disfraz sencillo, compuesto con ropones viejos y aderezos de andar por casa, con un simple trapo como máscara y al grito estridente y pasado de tono del: "¿A que no me conoces?", se lanza la máscara entre la muchedumbre "a dar broma", a contarle intimidades al marido, en la cara de su mujer, a provocar mozos y mozas, a chinchar a la novia, a "dar guerra" entre los mortales con la sola esperanza de no ser reconocida.
También se han mantenido pujantes las "Frutas de Sartén" y en los desfiles de Carrozas, que en otros tiempos eran carros de labranza engalanados con esmero por sus propietarios y propietarias.
El "Descabezo", consistente en arrancar la cabeza a un gallo o una gallina, cabalgando a lomos de burro o caballo, dejó su lugar al doloroso "Entierro de la Sardina", origen de los más impresionantes y penosos cuadros humanos que un mortal pueda contemplar en esta vida de lágrimas. Los bailes también han resistido los avatares del tiempo y de la historia, aunque han llegado hasta estos días del siglo veintiuno con otros modos y maneras de celebrarse.
Hasta la Guerra Civil se celebraron tres bailes organizados por colectivos diferentes: El Sindicato, el Centro Obrero y el Casino. Las asociaciones organizadoras competían entre ellas por conseguir que su baile fuera el de más duración y de estas lúdicas competiciones surgían coplillas que recorrían, como pólvora prendida, todos los rincones del pueblo.
Así pasó en 1935 y rondó la siguiente copla:
"En el pueblo de Miguelturra
dos bailes se han celebrado,
triunfa de los dos casinos
el Centro Republicano.
En el otro están dispuestos
y nosotros a comer carne frita con tomate.
...A las muchachas incansables
de este Centro Liberal
debemos darles un viva,
a todas en general.
...En el cielo manda Dios
en Egipto los gitanos
y en el pueblo de Miguelturra
mandan los republicanos
y en este pueblo, señores,
quien manda en Carnaval
es el Centro de Cultura
o es el Casino Liberal".
Poco tiempo quedaba, cuando se escribieron estos ripios, para que la vida de nuestro país se convulsionara, aún más lo que estaba por entonces, con la confrontación fratricida, fríamente llamada Guerra Civil. Pero esta imagen del domingo de Piñata supuso una reafirmación de la Fiesta, una revolución social, de Miguelturra y pocas más localidades, que puso por delante de represión y prohibición, la libertad y la inversión del mundo, en el más puro estilo de las celebraciones Saturnales.
El tres de febrero de 1937 se ordenó "...suspender en absoluto las fiestas de Carnaval" ya que las circunstancias que atravesaban el país "aconsejan un retraimiento en las exteriorizaciones de las alegrías íntimas", en febrero de 1938 se volvió a confirmar la supresión y en enero de 1940 Serrano Suñer resolvió mantener la prohibición absoluta sobre el Carnaval.
No fueron estas las primeras prohibiciones, aunque esperamos que sí sean las últimas, como ejemplo, traemos aquí la que el 20 de febrero de, 1929, por la Real Orden Circular número 86, firmada por Primo de Rivera, se convertían los días festivos de Carnaval en laborables y se restringía los horarios para las máscaras. Hubo otras en la historia y a todas respondieron miguelturreños y miguelturreñas de igual modo, con la insubordinación social, lúdica y pacífica.
Las máscaras corrían perseguidas por serenos y Guardia Civil, jugando cada cual su papel, las puertas de las casas permanecían abiertas procurando una vía de escape a los perseguidos, que atravesaban las casas y escapaban saltando las tapias de los corrales o escalando por los tejados. A veces no había suerte y la máscara era arrestada y multada, llevando con tanto orgullo la carga que las multas se pagaban como si fueran premios.
Aunque este estado de "desobediencia civil" era generalizado en Miguelturra, rara vez se produjeron enfrentamientos dignos de mención y el tiempo se fue encargando de volver las cosas a su sitio y la Fiesta a su Pueblo, al "Término carnavalero de Miguelturra", como reza en las carreteras cuando se traspasan los límites de su territorio.
La transición política y la democracia, trajeron buenos aires para el Carnaval. Los churriegos y churriegas se juramentaron, y así siguen, en la idea de impulsar "su Fiesta", la que llevan cargada en las venas y en el corazón. En pocos años, se han creado o retornado los pregones, las máscaras mayores, el carnaval infantil, las frutas de sartén, los concursos de carteles, de trajes de carnaval, de coplas, de murgas, chirigotas, comparsas y carrozas, los bailes de máscaras, el entierro de la sardina, el desfile de Piñata,..., y como no, las Peñas y la Asociación Cultural de Peñas y la Asociación Cultural de Peñas.
A esto hay que sumarle que muchos de los servicios municipales han aportado actividades para estas fiestas.
Medios de comunicación, televisiones, y multitud de programas en directo a través de las emisoras de radio provinciales, regionales e incluso nacionales radian, año tras año, los concursos de fruta en sartén, la toma de contacto con los y las protagonistas del Carnaval y sobre todo con sus gentes, que son las que año tras año van haciendo de estas fiestas algo jocoso e interesante que perdura con el paso del tiempo.
Y ya, puestos en este siglo veintiuno donde la información corre de muro en muro, red social y red social, móvil en móvil, y la proliferación de los medios de comunicación digitales, comenzando por los propios locales, el apoyo y difusión a la fiesta carnavalera posibilita que en los últimos años existan no menos de 1.500 imágenes de todos los actos, en nuestras galerías de imágenes, los vídeos de los eventos en YouTube y un sinfín de personas que tanto particular como profesionalmente dan a conocer al resto del mundo, y ésto ya no es un decir, de cómo se vive día a día el Carnaval Churriego.
Hablar en Miguelturra del Carnaval es siempre una apuesta importante. Cualquier persona de cualquier edad de la localidad podría disertar, sin miedo y sin tiempo, sobre algo que para la gente de Miguelturra es mucho más que una Fiesta.
Precede a la Cuaresma Cristiana, es decir, a los cuarenta días, incluido el "Miércoles de Ceniza", anteriores a la Resurrección de Cristo, marcados por esfuerzo personal de los y las fieles, que han de hacer penitencia y olvidarse de determinadas actividades y alimentos en estas fechas.
El origen, de la Fiesta en sí misma, no está del todo aclarado y aunque algunos investigadores, como Ribero-Meneses, lo sitúan en el Norte de España; como los festejos con que se celebraba el final del año ibérico, las investigaciones con mayor consenso y más extensa documentación, ponen los puntos de mira en las antiguas fiestas "Satumales" y "Lupercales", Orgías y Bacanales.
Julián Plaza, en el libro "Carnaval en La Mancha", elaborado en colaboración con el Aula de Estudios de la Universidad Popular de Miguelturra, describe perfectamente, a parte del Carnaval Miguelturreño tratado casi monográficamente, los orígenes del Carnaval a los que nos referíamos las corrientes en esta importante investigación, las fiestas "Saturnales" romanas, en honor al dios Saturno, son un posible origen.
En ellas el mundo se invertía, amos y amas tornaban en servidumbre, servidumbre en amos y amas, quienes durante el año obedecían y susceptibles de humillación por parte de otras personas se daban, incluso, al insulto del poderoso, esclavo/esclavas se mofaban estrepitosamente de su "dueño/dueña" mientras este, le servía la mesa con prestancia, y todo en memoria de la "Edad de Oro", en la que Saturno reinó en la tierra y todos los hombres y mujeres eran iguales. Saturno, el Cronos griego, el dios que enseñó la agricultura a la humanidad.
Otras fuentes encuentran los orígenes del Carnaval en las fiestas "Lupercales", en honor al dios griego Pan. Se le representaba con cuernos y con la mitad inferior del cuerpo de una cabra. Cuidaba de montes y campos, protegía a los rebaños, el descanso del mediodía (¡la siesta!), los bosques y tenía la afición de la música y la danza. La cultura de Roma lo identificaba con Fauno.
En las fiestas "Lupercales", los sacerdotes de Pan se vestían con las pieles de cabras y cabrones, sacrificados al efecto, y corrían las calles como posesos, repartiendo latigazos entre viandantes distraídos y distraídas, lo que, como sucedería actualmente, ponía "grandes momentos de diversión", para los que no eran alcanzados claro. También repasa Julián Plaza las más conocidas, "Orgías y Bacanales", en honor del dios Dionisos griego, el Baco romano, Dios del vino, el que enseñó al hombre a cultivar la vid y en cuyas fiestas no faltaban los ritos orgiásticos.
Sea cual fuera su origen, lo cierto es que el Carnaval, la necesidad de convertir lo blanco en negro, de romper las normas de convivencia que la misma humanidad ha establecido, al menos una vez al año, viene de lejos, de los mismos albores" de nuestras civilizaciones, está en nuestra naturaleza de hombres y mujeres.
"Carrus navalis" romanos, carrozas que transportaban barcos en las fiestas citadas, nos dejaron la palabra Carnaval, como definición no sólo de una Fiesta, sino de todo un sentir popular, la válvula depresión que ha evitado, durante siglos, que explote la olla social, especialmente cuando en ella no sobraban garbanzos.
Al final, lo dice la leyenda retratada por el Arcipreste de Hita en el libro del Buen Amor, "Doña Cuaresma, arropada por marinas huestes destronará a Don Carnal en denodada batalla".